¿QUIÉN ERES TU, OH DIOS, Y QUIÉN SOY YO?
Es la pregunta que se hacía,
aquellos tiempos, San Francisco; y le llevaba a un sentimiento de
humildad y agradecimiento. Sí, desde estos sentimientos, necesitamos
sentirnos reconciliados al contemplar la plenitud y fidelidad de Dios
y la pobreza y pequeñez de nuestras personas. Nuestros horizontes se
empequeñecen, se debilitan y se destruyen, cuando nos quedamos en la
soledad de cada uno de nosotros mismos.
Necesitamos
reconciliarnos para sentirnos y vivir como hijos amados; ya hemos
abierto una puerta a la plenitud; experimentamos el sello indeleble
de nuestro pecado e inconstancia; y Dios, con su presencia, sigue
abriéndonos esa puerta por la que nos sentimos pecadores perdonados.
Sentimos el mordisco de nuestra debilidad, tanto del alma como del
cuerpo; y Dios sigue abrazándonos y dándonos la salvación tanto
del alma como del cuerpo. Nos pesa el camino.
¿QUIÉN NO SE HA SENTADO EN UNA PIEDRA DE SU CAMINO, CANSADO DE NUESTRA SOLEDAD ANTE LAS TEMIBLES CUESTAS A SUPERAR?
Cambiemos de actitud, y
experimentemos, sí, somos caminantes, pero, CAMINANTES ACOMPAÑADOS;
y es fácil, con Él, hacer frente a las pendientes pesadas y
prolongadas de la vida. En muchas ocasiones, experimentamos el deseo
profundo de amar, al mismo tiempo que el desánimo ante la impotencia
de realizarlo; somos amor y nos satisfacemos con el amor; pero, con
la misma intensidad, experimentamos el verdugo constante que nos
acribilla con nuestros fracasos y desilusiones. Es una situación
mucho más dolorosa que las que afectan a las afecciones corporales.
Es muy sencilla la solución:
NO
NOS DEJEMOS AMAR POR LO QUE NO PRODUCE AMOR EN EL CORAZÓN, POR LO
QUE NO DERRAMA Y DESPARRAMA AMOR A Y EN LOS DEMÁS Y EN TODO LO QUE
EXISTE.
SÉ
CONSCIENTE: DÉJATE AMAR POR EL AMOR DIVINO Y SALDRÁ DE TI UN
TSUNAMI DE AMOR QUE ABATIRÁ TODOS LOS DESENGAÑOS Y DESILUSIONES.
No
echemos a perder el amor, malgastándolo en realidades que agostan el
espíritu y nos dejan sin fuerzas para caminar. Son pequeñas gotas
de agua que, aparentemente, parece que sacian nuestra sed y que,
después, a la más mínima dificultad, nos dejan con mayor ardor que
anteriormente. Busquemos la fuente que no se agota, la que no sabe
sino intensificar su frescura y nuestra saciedad. Y este sentimiento
de satisfacción divina es muy fácil de discernir; cuando se
experimenta, no tiene posible confusión con cualquier otra dimensión
o sentimiento; nos invade de tal manera que nos hace repetir la frase
de San Pedro en el monte Tabor: BONUM EST NOS HIC ESSE; y esto a
pesar de tormentas y dificultades. O También, nos invita a decir, de
corazón, la plegaria de la samaritana: DAME DE ESA AGUA, no dejes
de darme esa agua, que yo esté siempre en condiciones de recibir el
agua fresca que TÚ me regalas. Las circunstancias que estamos
atravesando son un momento oportuno y apropiado para disfrutar de
esta fuente divina. Vamos a aprovecharlo. No merecen nuestro corazón
y su amor todo aquello que tiene el sello de la transitoriedad,
superficialidad.
Es necesario realzar el
ánimo. Si las iglesias se cierran, haz de tu interior un santuario;
si de la eucaristía no participas, haz de tu casa un altar; el
santuario de tu interior nunca se cierra; Dios sigue siendo el mismo;
es Aquel que quiere hacer de tu interior el altar de residencia. La
semana santa y la Pascua no son ritos; son meta y camino con la cual
y hacia la cual caminamos; y tendremos la alegría de descubrir al
Dios de la alegría que nos resucita desde nuestras cenizas.
Piensa
y reflexiona dónde y en qué depositas tu amor. Dios es siempre
fiel y generoso en poner en nuestra vida una base de amor que da
sostén y fortaleza en las más aparentes fuerzas de nuestras
dificultades. Te deseo una buena y serena reflexión. El Racó nunca
se cierra, aunque… tú pones lo que quieras. Paz y bien.
P. Llopis (16/03/20)
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