LA FUERZA DE LA PANDEMIA



Sí, es de tal poder que remueve hasta los cimientos de personas, instituciones y de la misma sociedad. La pandemia es una crisis en cuya etimología griega, del verbo crino, podemos encontrar la traducción decido, separo, juzgo; si nos atenemos al substantivo crisis, griego, tendríamos los substantivos correspondientes: decisión, separación, juicio. La pandemia tiene su fuerza por el hecho que se identifica con la palabra crisis; es decir: es tal su fuerza corrosiva que remueve todos los cimientos anteriores, buscando que, de esas, podríamos llamar, ruinas nazca y se construya algo nuevo que no nos conduzca a la situación crítica en que nos encontramos.
En palabras del papa Francisco, de una crisis como la que estamos padeciendo, saldremos mejores o peores, depende del camino que emprendamos. Si lo importante es volver a la normalidad, entendida como una vuelta a todo lo que, anteriormente, realizábamos, no cabe la menor duda que saldremos peor de esta pandemia, y volveremos a ser víctimas de los mismos errores y equivocaciones. De poco nos habrá servido tanto confinamiento y su correspondiente esfuerzo realizado.
Hemos de ser conscientes de que toda nuestra estructura, a todos los nivelecies, ha sido removida, demostrándonos, con toda eficacia y claridad, que de aquí, de estas ruinas, debe emerger algo nuevo; algo nuevo en el que
LOS ÚLTIMOS SEAN INCLUIDOS.
Son muchos los que quedan alejados de toda esta sociedad del bienestar. Nos hemos acostumbrado a la pandemia de la desigualdad, y la vemos con toda normalidad. Es la unidad en la comunión que nos conduce a la prioridad de quien está en necesidad. No pueden quedar hermanos al borde del camino, y que están en el mismo camino que nosotros también recorremos.
HAY QUE PROMOCIONAR A LOS ÚLTIMOS.
El papa no cesa de repetir el que abramos los ojos hacia lo últimos. Ya se habla de la vacuna que, dicen, debe ser universal que ya es mucho. Pero nosotros decimos mucho más: son los pobres los que deben tener la preferencia de esta vacuna; los últimos, los marginados deben ser los primeros en beneficiarse de los bienes de esta vacuna. Este sería el criterio evangélico. Si os dais cuenta, estamos pergeñando las características de la auténtica fraternidad evangélica.
PRIORIDAD: EL BIEN COMÚN
Es lo verdaderamente importante. El criterio fundamental no hunde sus raíces en bases económicas, marginando cualquier otra realidad personal, familiar o social. No sería una verdadera fraternidad evangélica. Aquello que es viral es el bien común. El acercarnos a Jesús que es lo que constituye la esencia de nuestra fe, es percatarnos de la entrega del mismo a los demás; con lo que queda en evidencia la cantidad ingente de subterfugios en los que nos desenvolvemos con el fin de proteger nuestro egoísmo. No somos el centro del universo; formamos parte de una comunidad-fraternidad, indispensable en la realización de nuestro proyecto de fe en el amor y la paz. Y eso supone abrir los ojos del corazón y pasar más allá de nuestras absurdas y preferentes necesidades.
RESPETO Y ADMIRACIÓN POR TODO LO CREADO.
No somos dueños de nada, y sí, administradores de valores recibidos que merecen y nos piden siempre ser respetados y admirados. En toda nuestra vida, y en todo movimiento económico de cualquier tipo, tiene que primar nunca agredir el don preciado de todo lo creado. Es la ecología integral que propone el papa en su exhortación apostólica Laudato si. Ello supone un abanico amplio de realidades que forman parte de ese tejido esencial en el que cada uno de nosotros nos hemos de desarrollar y que englobamos en todo lo creado. También la persona entra en esta perspectiva ecológica e integral. No nos podemos permitir el odio entre nosotros, pues rompe también el equilibrio de todo lo creado.
Estos serían los principios fundamentales a tener en cuenta, para salir con fuerza y energía nuevas de la pandemia que estamos sufriendo.
Principio de la dignidad de la persona
Principio del bien común.
Principio de la opción preferencial por los pobres.
Principio del destino universal de los bienes.
Principio de solidaridad y subsidiaridad.
Principio de cuidar nuestra casa común.
Ello conllevaría, algo realmente difícil en el mundo de hoy, un pacto educativo global, una economía diversa y distinta, que nos haga vivir y no matar a nadie; una economía que centraliza la persona, la humaniza, no la deshumaniza; y tiene en cuenta y la respeta la maravilla de la creación; no la agrede ni la destruye.

Hay un proceso en el que se facilita la realización de todo lo expuesto. En primer lugar, un cambio personal. Son muchas las cosas y actitudes que deben ser cambiadas en el ámbito de la pequeña parcela de nosotros mismos. Pues, empecemos en ese campo. Y todo ello, tiene su espontáneo desarrollo en fraternidad. Ella es el campo apropiado para concienciarnos de todos y cada uno de los puntos expuestos que el Papa Francisco nos recalca con tanta intensidad. Nuestra fraternidad debe estar enclavada en esa ecología integral, en la que el amor llena de oro y belleza todo cuanto encuentra en su camino. Nuestra lucha es de admiración y respeto. Es esta la verdadera definición de la fraternidad evangélica.
TODO IRÁ BIEN, SI NADA ES COMO ANTES.

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